martes, 23 de enero de 2018

Dale que dale...

Contaré que una muchacha,
de cuyo nombre me olvido,
quiso probar lo prohibido
creyendo que estaba en racha.
Y un día, estando borracha,
se atrevió con unos versos.
¡Ay, amigos, qué perversos
aquellos que la incitaron!,
casi, casi la mataron,
con tantos juicios adversos.
.
Pero, a pesar de esos lodos,
se consideró poeta.
Se armó de una metralleta,
y arremetió contra todos.
¡Vaya talante, y qué modos!
Ella insistía, insistía
en que el verso le atraía
y que amaba sus romances,
y –se dijo- que estos lances
se zanjan con osadía.
.
Y así fue que esa chiquilla
comenzó aquella aventura
pregonando su locura
por los campos de Castilla.
Toda la prensa amarilla
la avisó de su obsesión
en ser carne de cañón:
¡el que no vale, no vale!
Pero ella, dale que dale,
¡a vueltas con la canción!
.

2 comentarios:

  1. Gracias poeta, me hiciste sonreír, pero hablando en serio es un excelente poema, así que felicidades.
    Un abrazo.

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    1. Gracias, Rafael. Si te hice sonreír, ya me doy con un canto en los dientes. Un abrazo, amigo.

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