La
muerte no me impresiona
a
pesar de su prestigio
o
de su oscura leyenda.
Siempre
caminó conmigo
al
mismo ritmo que yo,
siempre
soportó mis guiños,
siempre
mis esquizofrenias
que
azuzaban el peligro,
siempre
mis bravuconadas,
a
sabiendas de que vivo
al
margen de sus propósitos
y
que asumo el recorrido
hasta
su tramo final.
La
vida es un bien efímero,
y
es con esa condición
que
emprendemos el camino;
porque
lo que nace muere
y
vuela del paraíso;
y
no hay dios ni ley ni ciencia
que
contradiga lo escrito;
tan
real como la lluvia
que
va formando los ríos
dirigiéndose
a la mar,
concluyendo
así su ciclo.
.