Neuronas...

Te lo dije, Teresa, aquella tarde

que llovía a raudales sobre el mar;

te lo dije al oído, sin gritar,

y me juzgaste, al punto, de cobarde.

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Y te lo digo ahora, en un alarde

de sincero entusiasmo, tras matar

al monstruo que te ansiaba molestar;

pues el mundo, querida, está que arde.

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Por lo pronto no juzgues, sé prudente;

lo visible es trivial en las personas;

son frágiles por dentro, y prisioneras.

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Una lucha interior, intermitente,

agita en demasía sus neuronas

dejándolas sin luz. Si tú supieras…*

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Vejez...

Bajo tierra quedaron las tristezas,

los sueños y ambiciones del pasado;

el presente me aguarda, amedrentado,

sabedor de mis risas y torpezas.

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Enterrados los miedos y flaquezas,

cada instante de vida regalado

lo percibo distinto, renovado,

como un juego colmado de riquezas.

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Lo lógico es errar mientras crecemos;*

los errores son bienes gananciales

que heredas al llegar la madurez.

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Y la herencia decreta que gocemos

de todas las ganancias sensoriales

por el poder que otorga la vejez.

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Mentiras...

Se empantanan las redes de mentiras

con el único afán de confundirte.

Adelántate al juego, no comulgues

con el tufo a podrido que despiden;

reserva tu cerebro para el vuelo,

para volar sin alas, pero libre.

Colúmpiate en el verbo, sé consciente

de que eres un ser único, increíble,

que sabe conducirse sin mentor.

Cuando dudes de un texto, no te fíes,

que más pronto que tarde, escampará;

ya aguardan al acecho nuestros buitres

oliendo como apesta la carroña.

Son muchos, muchos, muchos los misiles

que farsantes, obtusos y mediocres*

van lanzando al arbitrio de sus fines.

Castradores de ideas, chantajistas,

que sólo calumniando, sobreviven.

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Preludio...

Hablaría del odio, del dolor,

del tiempo, la alegría, la pandemia;

hablaría del bulo y la blasfemia

que se agitan a nuestro alrededor…

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Pero el soneto pide hablar de amor,

del amor inalámbrico que apremia

entre estos andurriales de bohemia

por los cuales se filtra sin pudor.

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Es fácil de entrever por el trajín

que produce el preludio de un violín,

y el aluvión de puntos suspensivos…

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Y es tan fácil poderlo conjugar,

conjugar con euforia el verbo amar

por estos foros mágico/festivos…

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Paréntesis...

No hubo día, minuto, ni un instante,*

en que no me sintiera incomprendida.

Podría resumir toda mi vida

latiendo en un paréntesis constante.

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Lo asombroso y, diría que inquietante,

era sentirme lejos, despedida

de esta existencia insólita, abducida

por mi propio interior gratificante.

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Con el tiempo asumí como normal

este espíritu mío de marciana,

incluso despisté a algún humano.

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Y sigo confundiendo al personal

con mi suave ironía, pues se afana

en ofrecer, solícito, su mano.

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Redes...

Acceder con tiento al mundo virtual

es consejo vano, pues yo misma accedo

sin cautela alguna a ese dulce enredo

que me va internando en su carnaval.

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Circulo sin casco ni red ni bozal,

observando el caos que brota en el ruedo

cuando se torea, sin que valga un bledo,

una historia absurda con tosco final.

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Un requiebro y otro… a ninguno escuece,

a pesar, empero, que cruja bastante

tanta verborrea con letra vacía.

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Porque nunca nada es lo que parece.

Son horas y meses, años al volante,

conduciendo a solas por esta gran vía.  

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Alienígena...

Nunca pude imaginar,

por mucho empeño y porfía

que emplearan mis neuronas,

ver desfilar mascarillas

en parques, calles y plazas,

en ventanas y hasta en misa.

Es tan, tan alucinante…

que se aturulla mi vista

cuando decido salir

y topar con la vecina

embutida en su escafandra,

muda como un alienígena.

No logro reconocerla,

tiene el aire de mi prima;

pero es tan grande el asombro,

la escena tan divertida…

que, en unos pocos segundos,

reventamos de la risa.

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La vida...

Si contemplo este mundo impresionante

a través de un antiguo catalejo,

confundo lo moderno con lo viejo

y no hay modo de ver lo que hay delante.

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Lo bueno, lo vital, lo emocionante,

se consigue invadiendo, sin complejo,

el altivo horizonte y su cortejo,

tan mágico, brutal, desconcertante…

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La vida es espectáculo capaz

de hacer que se obnubilen tus sentidos

con un bello caudal de sensaciones.

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Y nada es tan divino y eficaz

como rendirte al dios de sus latidos,

perito en sacudir tus emociones.

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