Esas horas en las que el día duerme su febril tránsito, y
el pensamiento se apresura a desempolvar dudas contraídas y gastadas, o a recomponer
cisuras raídas por el tiempo.
Horas que transcurren fuera de contexto, al margen de
normas y protocolos. Horas descocadas y permisivas; displicentes y desmayadas.
Horas promiscuas y arrendadas.
Esas horas en que la mente percibe la silenciosa presencia
de la luna y cede al caprichoso anhelo de engalanarla. Horas de perderse entre espesuras;
de devaneos, deseos y nostalgias.
Elucubro, pues, sintiéndome protegida por la elegancia soberbia
que me envuelve, cómo deambula el pensamiento, taciturno y pasmosamente, por
los entresijos laberínticos del cerebro, impasible al relente de la noche.
Esas horas... que son tuyas Teresa son magníficas!!
ResponderEliminarEnhorabuena!
Muchas gracias, Gema. Son, por así decirlo, el rescoldo del día. Las horas que nos quedan al resguardo de todos y de todo.
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