El tiempo transcurre impávido,
complacido de sí mismo. Se adelanta cuando quiere y cuando dictamina, para. Es
voluble, es cicatero, engorroso y altanero.
En ocasiones, el tiempo lo
desparramo; lo exprimo; lo contengo y amilano. Y sólo indiferencia hallo. Y ese
es mi mayor tormento, pues no hay tiempo de descuento en el final de trayecto.
Ni siquiera tiempo muerto.
Y transito por la vida
ensayando nuevos pasos, con la zozobra del tiempo mirándome de soslayo.
Porque el tiempo es un engaño.
Cuando menos te lo esperas te pone unos cuantos años sin preguntar ni
importarle si eso es lo que deseas.
Y se va empinando el tiempo. Ya
notas que no le alcanzas, que se alarga la
distancia y la tregua se aminora.
Y te viene a la memoria la
caducidad y el polvo.
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