miércoles, 1 de febrero de 2017

Cuarenta y dos puñaladas...

Señoría, solo fueron
cuarenta y dos puñaladas
antes de determinar
tirarla por la ventana.
La mató porque era suya,
y en aras de esa proclama,
se creyó dueño, señor,
verdugo, rey, oligarca,
inquisidor, adalid
y mandamás de su casa.
Hágase cargo el fiscal,
que la mujer, timorata,
no paraba de leer,
de escribir versos al alba,
danzar, salir, opinar,
dejar que el mar la hechizara...
Y entenderá que el esposo,
al carecer de las armas
que impugnaran ese arbitrio,
pues, decidiera matarla.

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