martes, 28 de mayo de 2013

Efugios

Protegida por un Dios filántropo, la emoción late expectante en el reducto vibrante de su alcoba.

En un entorno condescendiente, el alma se desborda incontenible, penetrando incorpórea por valles, montes, ríos y bosques, como una ola voraz sobre una playa interminable.

Con la complicidad de los Dioses, la conciencia se aventura por espacios clandestinos, colmando de oxígeno sus surcos y creando un paraíso entre sus células.

Con la coartada de un espíritu amable, el pensamiento construye senderos de palabras complacientes, libera sentimientos sepultados, y ampara una percepción indulgente del mundo.


No se detiene ante el abismo de lo impúdico, del luto y del desgarro. El pensamiento fluye redimido, virgen, emancipado.

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