sábado, 11 de mayo de 2013

Prohibir…


Se me insinuó la puerta de lo prohibido, y la abrí sin contemplaciones.

Sin trayectos neuronales, ni disquisición alguna, considero que prohibir es ignorancia supina y un dictamen arbitrario. Es la injerencia de un lerdo en la libertad del cuerdo.

¿No es acaso coacción, abuso, intromisión, insulto e impertinencia? ¿No es prepotencia prohibir sin que medie una indulgencia?

Es palabra que destruye y rebana las ideas; que ensombrece el sentido; que sucumbe al tiempo muerto, y que ataja sin clemencia el recorrido.

El sonido del vocablo dispara mi alarma interna, que ya no se detendrá hasta revolcarse en la ciénaga de lo prohibido.

Dado que tengo por norma no prohibirme lo prohibido, ¿qué mejor que este prohibir para verlo apostillado?

Entiéndase por prohibir lo que el prejuicio ha creado.

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