Ulula el viento por la trastienda exuberante de los
árboles y un coro de aromas campea libre y alborozado. La naturaleza expande su
espléndida melodía.
Los versos
seducidos
y en penumbra
sueñan la escena.
Se acelera el pulso y, a través de la fronda, eclosiona
un cono de luz que posa un alud de ribetes dorados sobre la lujosa indumentaria
de las plantas, provocando pequeños fuegos de artificio.
La retina vuelca
la belleza
sobre el cuenco latente
del poema.
Los Dioses, rebasando sus propias leyes, añaden
pinceladas obscenas de matices que tiñen la tierra de un cromatismo sublime.
Salieron los versos
desbocados
ahítos de regalos
y placeres
salieron de la sombra
enajenados
vibró el poema entero
emocionado.
¡Bum! Qué gran explosión;)
ResponderEliminarMuchas gracias, Lola.
EliminarSiempre he pensado que la belleza es un poema en sí misma. De ahí que haga de los versos los protagonistas de la "entradilla".