A menudo me pregunto si es autónoma la mente; si funciona
independiente del acontecer mundano. Y me respondo evasivas. Pues barrunto que
es compleja mi pregunta.
Los pensamientos callejean encadenados al tiempo; sometidos
al vaivén y los caprichos. Perturbados a menudo por el ulular del viento.
Pero es tan vasto el terreno de la mente, que el uso y destreza
del volante facilita desviarse del entorno y lograr emancipar el pensamiento.
Mas la libertad es precaria y efímera la carretera, pues
se impone de inmediato la existencia, con sus liendres adosadas y su urgencia.
Y con tanto merodeo por el tálamo (el que activa los
sentidos de mi mente), concluyo deduciendo que hay engaño y que existe libertad
perecedera.
Libertad condicionada, las más veces.
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