La oscuridad me golpea y extenúa.
Si tropiezo con el grito de algún texto. Si es lóbrego, laberíntico o barroco. Si
perdida entre brumas no me encuentro. Doy media vuelta y me alejo buscando respirar
en otro entorno.
Si es arte o es misterio lo
que anhelo, no me irritan los bordados. No me estorban volantes, ni caireles. No
me sobran los adornos ni corpiños si engrandecen la prosa o el verso.
Mas si enturbia de sombras su
contorno; si retumba; si la niebla lo moldea; desvío mis ojos hacia el claro
buscando un aire limpio de impurezas.
No soporto lo confuso, la broza,
lo abrupto, lo inútil. Me exaspera lo pomposo y lo retórico.
Cuando busco e indago, o con deseo
lo inquiero, me pregunto: “¿es oropel o es oro lo que quiero?” y conduzco mis
pasos hacia el llano.
Bueno, diría yo que son cosas distintas la oscuridad y la confusión, la ambigüedad y la imprecisión. También, que hay mucha claridad hueca e impostada.
ResponderEliminarGracias por el comentario, Juan Carlos.
ResponderEliminarSon distintos los conceptos, sí, pero cuando los mezclas, sólo ves sombras. Es más o menos lo que intento decir. También ves sombras cuando se trata de una claridad hueca e impostada.