Miento cuando digo que no
miento, porque miento. La palabra es subversiva, se deforma cuando cruza el
umbral del pensamiento.
Una vez cogido el vuelo, la
mentira vuela presta, con ambages o sin ellos. Es excitante, libertina y
follonera. Por medio de piruetas la mentira se apoltrona en la certeza.
Miento cuando me enfado,
cuando río, cuando lloro, miento en cualquier momento y, por supuesto, soñando.
En este preciso instante, consciente
soy de que miento, pues se opuso una descarga entre palabras y mente.
Pero hay mentiras sangrantes. Las
dañinas. Las conscientes. Las que sirven de instrumento para atesorar favores. Las
mentiras solapadas del Gobierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario