Siento, a decir verdad, gran placidez;
comienza recorriéndome la mente,
en donde una neurona inteligente
suspira al alcanzar la ingravidez;
.
y sigue confortándome, silente,
el resto de mis órganos sensibles
que añoran esas horas susceptibles
de arrullar con mil versos el presente.
.
Adoro los finales increíbles,
aquellos que condonan los excesos
donde llueven abrazos, vuelan besos
entre tantas caricias invisibles.
Todo son sensaciones indecibles.
A veces, por lo tanto, necesito
recomponer el vértigo, el circuito
por donde bulle el germen transgresor,
y entregarme al silencio creador
llevada por el pálpito infinito.
.
Vendrán otras fiestas, poeta, no lo dudes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por leerme, Rafael. Un abrazo.
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