viernes, 21 de julio de 2017

El violín (sonatina)

Cae sobre el asfalto una urdimbre de plata,
una lluvia fulgente con destello escarlata
que refleja su vuelo a la luz de un farol.
Una niña la observa, como observa a las flores
-que lozanas despiden aromosos vapores-,
y al pequeño gatito y al feliz caracol.
.
Se estremecen los charcos con el baile de gotas,
y al runrún de un suspiro, un sinfín de gaviotas
exultantes acuden a un posible festín.
La pequeña que suele asombrarse de todo,
se percata del aire y del sol y del modo
en que brotan las notas de un pequeño violín.
.
Se aproxima a su encuentro, y descubre al anciano
que, a pesar de la lluvia, va meciendo su mano
al compás de la música que su mente creó.
Esta niña sensible se emociona al oírlo,
y se acerca al instante, pues quisiera aplaudirlo,
mas no pudo por menos que sentir lo que vio:
.
tiritaba de frío, y un ligero calambre
sacudía el silencio que gritaba del hambre,
y acudió presurosa para verlo comer.
Se acercó conmovida a su lado, en el banco,
y le dijo al oído que una estrella de blanco,
encontraba en su música un inmenso placer.
.
Y se hicieron amigos y, al salir del colegio,
casi todos los días escuchaba el arpegio
que el anciano tocaba al oírla llegar.
Cada vez que llegaba la gentil heroína,
se sacaba el anciano una incómoda espina,
y soñaba tan solo con volar y volar.

.

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