No
me importó tu rol de mujeriego
ni
tus cambios de humor ni tu desgana
ni
sentirte a las tres de la mañana
dando
pasos de ciego.
.
Ni
me importó jamás tu absurdo juego
de
vestirme de puta o de sultana,
ni
tu estúpida y cómica galbana
ni
tus versos de pego.
.
El
amor es etéreo; el querer,
que
taladró de celos mi razón,
voló,
dejó de ser.
.
Me
rompiste con saña el corazón:
descubrí
entre la bruma a la mujer
que
causó tu traición.
.
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