Me
llevan a matar, como a los cerdos,
a
una zanja excavada en el camino.
Me
van a fusilar porque el destino
cedió
ante el paroxismo de los lerdos.
.
Invaden
mi cerebro los recuerdos
que
nublan sin escrúpulos el sino
de
este aberrante crimen clandestino
larvado
en los delirios de los cuerdos.
.
Se
estremece el reloj de la memoria
durante
el recorrido hacia la nada,
y
mi deseo impúdico es llorar.
.
El
verso que engendró mi trayectoria
será
la voz, la voz autorizada
del
grito que no acaba de gritar.
.
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