lunes, 10 de marzo de 2014

Cerebro

Tratando de justificar el comportamiento de un indeseable, salieron estos versos:

Inmersa en el cerebro de un matón,
deambulo indagando en su guarida
la prueba irrefutable, alguna herida
que me inste a comprender la sinrazón.

Encuentro, ¡vive Dios! en un rincón,
la tecla que chirría, la homicida,
que oculta la neurita pervertida
blindada por esbirros de cartón.

Y convengo conmigo que es el coco
el culpable de mucho desatino,
pues nada le detiene si está loco.

Mata un día tras otro, el asesino,
creyéndose gigante y no tan poco.

En manos del azar está el destino

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