viernes, 4 de octubre de 2013

Amanecer…

Por el fresco velo del alba, camino desnuda de juicio; me someto, casi con lujuria, al placer sereno del momento, a la suave caricia del entorno.

Accedo al lenguaje más íntimo, el que incita a la piel a erizarse, el que atrevido recorre los puntos más vulnerables.

Admiro, según avanzo, la imponente presencia de la luna con su azaroso cortejo de estrellas. Y compruebo, complacida, el mágico efecto que me invade.

Mas la emoción se esfuma por laberintos inciertos, como el aliento de un beso en su efímero destello, y me deja a la deriva en este latir de dedos.  


A veces, empero, silba, y en ese silbido hallo lo que intuyo, que dosifica el mundo sus encantos; que expande, con maravilloso ingenio, su vestuario.

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