sábado, 20 de julio de 2013

Disquisiciones…

Si musito al aire que me escuche, y al aire le place oírme, le digo, quedo y muy suavemente, que la soledad la siento y la disfruto. Sólo quiero propalarlo para que quede suscrito.

Que a la soledad la quiero con convencimiento; que aun sumida entre el gentío, ni siquiera se resiente mi soledad tan querida. Pues no en vano se curtió de soledades y cuitas.

A la soledad la mimo, la complazco, la sublimo, la cortejo, la alimento, le regalo cuantos antojos requiera, y si acaso adolece de algún capricho escondido, le prometo recompensa si tardo más de la cuenta en ponérselo a su arbitrio.

Mas si la soledad no entraña deberes ni obligaciones, no me importa compartirla, pues dos soledades celosas de su propia soledad es algo que me fascina.


La soledad es libertad, y, aunque suponga entenderlo casi una eternidad, barrunto, casi con seguridad, que todos la llevamos dentro.

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