¿Acaso
yo pedí venir al mundo?
Y,
si no lo pedí, ¿qué culpa tengo
en
confundir el mal como confundo
el
color carmesí y el gris marengo?
Y
con este alegato tan rotundo,
me
reafirmo en la tesis que mantengo:
la
culpa será siempre del amor
que
procrea y procrea sin pudor.
.
Y,
dado que la culpa nunca es mía,
desconozco
el pecado y la indecencia
de
escribir y escribir sin maestría,
porque
no temo al vulgo ni a la audiencia,
porque
dejo a su arbitrio mi miopía,
porque
el verbo me otorga su indulgencia.
Repican
repicantes las campanas
en
pro de estas octavas casquivanas.
Octavas con humor para comenzar bien el día.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, chiquillo. El humor que no falte nunca. Un abrazo, poeta. :-)
ResponderEliminarRepica, poeta, repica sin pudor ese amor...
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Javier. Un abrazo. :-)
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