Escapo por las veredas
turbias
del juicio,
a componer un verso, o
dos, o cientos…
Los que crujan mar
adentro de
mi mundo.
Y me respalda el sol
y el mar,
y un rumor que se
instala intermitente
por las resquicios descarados
del espíritu.
Es el inicio del baile,
el poder absoluto
del misterio.
Me estremezco de amor,
si lo deseo,
o sucumbo al arbitrio
de los celos.
Indago, disfrazada de
filósofa,
por las grietas más
complejas de la vida,
o disfruto dando
rienda suelta
a los antojos.
Y es que el rumbo
interior se
me dispara.
Ya no tengo medida ni
reflejos,
pues me crezco cuando escribo,
no en talento, que no tengo,
sino en vida.
Que circula por mis venas más
sangre de la debida.
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