sábado, 24 de octubre de 2020

Belleza...


Con el móvil a cuestas y sonriendo,
hago fotos al río, al cielo, al claro…,
enfoco los colores…, y disparo,
hago clic al instante; es estupendo.
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Me gusta mucho hacerlas; no pretendo
emular al artista, ni comparo
mi “hobby” con su ingenio. Yo me encaro
con mi propia intuición, y a nadie ofendo.
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Apunto a las encinas, a los pinos,
a la radiante sombra* del ciprés,
que luce su gravamen de tristeza,
.
y marcho por las sendas y caminos
sembrados de emociones, a través,
porque intento saciarme de belleza.
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*Oxímoron

miércoles, 21 de octubre de 2020

No sabría

 

   Esta especie de aurora que acontece a mi edad,

que, según la contemplo, me parece increíble;

este vértigo dulce, este sueño imposible

que jamás barrunté que se hiciese verdad…

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Este estado de gracia, de sutil levedad

que se agita por dentro de manera invisible,

esta insólita lluvia que me envuelve, apacible,

recorriéndome el cuerpo con sumisa bondad…

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No sabría augurar cuánto tiempo me queda

de sentir lo que siento, ni lo quiero saber.

Mi pregunta respuesta,* si es posible tal cosa,

.

la mantengo alejada, al albur de la rueda

que trajina sin pausa su obligado deber.

Y prosigo gozando de esta dicha asombrosa.

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domingo, 18 de octubre de 2020

Ternura...

 

En un mundo cercado por la inquina,

donde crece el rencor como una plaga,

donde el amor al prójimo naufraga,

donde el polvo esotérico germina…,

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colisiona la ética en sordina,

y el odio que desprende se propaga,

cayendo megalómana la daga

que oscila amenazante en cada esquina.

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Pero existe la gente con buen juicio

que sabe sin saber* (porque lo siente),

conjugar con ternura el verbo amar.

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Pues amando no existe precipicio

ni tormenta ni vándalo existente,

que el cariño no pueda amedrentar.

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miércoles, 7 de octubre de 2020

No podría quejarme...


Mientras exista el hambre y la escasez

en este mundo falto de mollera,

no podría quejarme aunque quisiera,

sería una tamaña estupidez.

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No podría quejarme, toda vez

que aumenta la penuria; y la ceguera

de gobiernos, con alma de ramera,

engordan su bolsillo. No, ¡pardiez!

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¡No podría quejarme, ni me quejo!

Me agobia el sufrimiento de la gente

que no puede siquiera sonreír.

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Y me agobia el estúpido pendejo

que sangra, sin escrúpulos, la fuente

de donde mana el ansia por vivir.

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