Camino atolondrada en
la mañana,
retando a los fantasmas
de la umbría,
las palabras bullendo
en sinfonía
con atisbos de danza y
filigrana.
La mirada fluctúa,
casquivana,
descifrando la
incógnita del día:
la luz imperceptible
de la orgía
oscilante y obscena en
la ventana.
El mundo, en arrogante
desconcierto,
ofrece su asombroso colorido.
Pasmada, lo contemplo
y me pervierto.
Apartando la cháchara y
el ruido,
percibo el ulular de
un mundo abierto
y me embarga el rumor
de su latido.
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