Nutridas,
teñidas de rubor
y reavivadas,
caminan desnudas
y agrestes,
las palabras.
Agazapada entre las plantas, me acomodo. El cuerpo se
anexa sin esfuerzo. Soy matorral; soy espesura. Soy vahído emocional. El sentimiento
brota instantáneo, cálido, como lluvia de una nube de verano.
Las palabras se escapan; las alcanzo al instante, y las digo
que digan, casi en un susurro sonrojado, que me oculto para encontrarme; que me
escondo para entenderme y para amarme.
En el íntimo regazo, la vida vuelca su esencia en los
cuencos desmayados y receptivos, prestos a recogerla. La savia circula plácida.
Con un prurito de gozo y extravío recompongo los
sentidos.
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