Al teclear, percibo el hálito que exhala de mis dedos, y
cómo las sinuosas formas de las letras se contonean sobre el folio; y advierto
ensimismada el tenue esbozo de mi pensamiento.
En ese paréntesis fronterizo, se produce un revuelo de
letras que el aire desvirtúa, es el salto desde un terreno íntimo y cálido al
vacío de lo mundano.
Brotan livianas las palabras, desprovistas de oropeles y monsergas,
acompañadas en su rítmico recorrido por el latido acompasado de las teclas.
De súbito, las palabras emprenden un viaje impredecible por
teclados fantasmas, o se pierden confundidas entre mis dedos, curtidas tal vez de
mi ignorancia.
Resbalan por mis dedos
las palabras,
renuentes,
buscando otro momento
de lucirse.
Se escurren huidizas
y silentes.
exelente!!
ResponderEliminarGracias, Andrés.
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