Por los pasadizos de mi entendimiento circula altanera la
locura; estridente y desmedida en ocasiones; otras, disfrazada de cordura.
Gestada en los comienzos de la infancia, habita en los
suburbios de la mente bullendo libremente entre barriadas, creciendo sin
premisas ni corrientes.
Se jacta y regodea de sus actos, cantando cuando el mundo
se amilana, llorando para desahuciar su pena, y remontando a golpe de ironía el
pulso de su alquimia.
Sustentada por asombros, por dulzuras, prosas y versos,
la locura se hizo dueña por completo de mi juicio; condenó al vasallaje al
pensamiento, y cercó al escaso raciocinio.
Esa es, pues, la andadura de mi fiel, sensorial, lúdica y
eterna locura.
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