Se me insinuó la puerta de lo prohibido, y la abrí sin
contemplaciones.
Sin trayectos neuronales, ni disquisición alguna,
considero que prohibir es ignorancia supina y un dictamen arbitrario. Es la
injerencia de un lerdo en la libertad del cuerdo.
¿No es acaso coacción, abuso, intromisión, insulto e
impertinencia? ¿No es prepotencia prohibir sin que medie una indulgencia?
Es palabra que destruye y rebana las ideas; que ensombrece
el sentido; que sucumbe al tiempo muerto, y que ataja sin clemencia el
recorrido.
El sonido del vocablo dispara mi alarma interna, que ya no
se detendrá hasta revolcarse en la ciénaga de lo prohibido.
Dado que tengo por norma no prohibirme lo prohibido, ¿qué
mejor que este prohibir para verlo
apostillado?
Entiéndase por prohibir
lo que el prejuicio ha creado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario