Mi vida ha sido siempre una huida constante:
si la chispa era buena, la quería excitante,
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si el temor asomaba, yo desaparecía
por resquicios mentales que tan bien conocía.
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Me confundía el mundo, dudar me taladraba
y huía de ese estado cuando me aniquilaba.
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Huir, huir adonde fuera; y el fin de aquella meta
calmaba mi conciencia retraída de asceta.
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Volar era el motivo, comprender y expresarme
serían la conquista que indujeran
a amarme.
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Intenté seducirme, y fui tan persuasiva
que aplaudí aquel intento con lujuria festiva.
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Y dejé de fugarme. Soy feliz, lo prometo,
con las últimas fugas acabé con el reto.
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Ahora solo aventuras, pequeñas evasiones
que besen el cerebro y colmen de emociones.
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Pero son más que palabras tus versos; no lo dudes poeta.
ResponderEliminarUn abrazo en la noche.
Gracias, Rafael. Un abrazo.
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