Entiendo
al escribir el sacrificio
que
abruma al perezoso escribidor,
y
entiendo que al hacerlo con calor,
produce
un terrorífico suplicio.
.
Entiendo
que el soneto, en su ejercicio,
exprime
el intelecto con rigor,
y
entiendo que hay que armarse de valor
si
quiero que me ofrezca buen servicio.
.
Acudo,
pues, al folio, agradecida
de
dar a mis neuronas alimento,
sabiendo
como sé que estoy perdida.
.
Le
pido al raciocinio (fiel sustento),
que
busque con urgencia la salida
al
negro sinvivir de mi talento.
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