Sombras antaño negras, aletean en el aire desvanecidas. Trozos de noche
desperdigados, difuminados por los ecos del tiempo y sus tornados.
Tanteo, por la nueva senda que camino, el caprichoso clima que me aguarda,
y vislumbro un enjambre de claros ataviados de azules y de blancos.
Quizá la mente ansía
un descanso de reina
en su caída.
Lanzada hacia el juego de la hipótesis, elucubro un sinfín de
complacencias, y resbala la conciencia hacia la hierba, hacia la acaricia dulce
de su alfombra.
Se despereza el cuerpo, y se solaza el alma entonando un tango.
Mas se enreda, por los circuitos verdes de mi huida, el dolor de un mundo
fustigado, la tragedia eterna del proscrito, el terror sangriento del tirano… Y
salgo avergonzada de la senda, despertando del sueño en que me hallo.
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