sábado, 14 de septiembre de 2013

Ignorar…

Hay días en que barrunto, con febril convencimiento, que me ganó la ignorancia, que de pronto se hizo enorme de forma desordenada, que fulminó mis defensas con un órdago a la grande y una aguda puñalada.

Días en que me descompongo en pedacitos de olvido; en que me desintegro y, convertida ya en polvo, casi desaparezco.

Porque la ignorancia invade limpiamente mi cerebro. A medida que se agranda, mi mundo se empequeñece seccionándose con saña; dejando por las esquinas, sólo sombras, sólo manchas.

Pues la ignorancia es hiriente, desalmada, es furtiva y huraña

Y si pretendo ignorarla… si oso darme la vuelta e ignorar la ignorancia… seré yo, al fin y al cabo, la que quedará ignorada; la que vivirá arrastrada por el fango de la ausencia al vacío de la nada.


Poner en orden ideas y abrocharlas con palabras es dificultad añadida cuando se trata de aunar el saber con la ignorancia.

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