Hay días en que barrunto, con febril convencimiento, que me
ganó la ignorancia, que de pronto se hizo enorme de forma desordenada, que fulminó
mis defensas con un órdago a la grande y una aguda puñalada.
Días en que me descompongo en pedacitos de olvido; en que
me desintegro y, convertida ya en polvo, casi desaparezco.
Porque la ignorancia invade limpiamente mi cerebro. A
medida que se agranda, mi mundo se empequeñece seccionándose con saña; dejando por
las esquinas, sólo sombras, sólo manchas.
Pues la ignorancia es hiriente, desalmada, es furtiva y huraña
Y si pretendo ignorarla… si oso darme la vuelta e ignorar
la ignorancia… seré yo, al fin y al cabo, la que quedará ignorada; la que vivirá
arrastrada por el fango de la ausencia al vacío de la nada.
Poner en orden ideas y abrocharlas con palabras es dificultad
añadida cuando se trata de aunar el saber con la ignorancia.
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