Ante el
horror de este virus,
que insiste
en seguir matando,
se me encoge
el corazón
cuando
contemplo a diario
a gente que
salva vidas
y entregan la
suya a cambio;
la misma
grandeza innata,
la misma fe y
entusiasmo
que tienen las
enfermeras
cumpliendo
con su trabajo;
la abnegación
desmedida,
el esfuerzo
sobrehumano
por atender
al enfermo
en turnos
casi de esclavos.
Mujeres imprescindibles,
valientes como soldados,
se van
dejando la piel
batallando
sin descanso;
se merecen mil
trofeos
y, sobre
todo, un aplauso.
.
El aplauso y reconocimiento de todos, poeta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Rafael. Sigamos aplaudiendo. Son héroes. Un abrazo.
Eliminar