Desconfío del hombre que no piensa,
del que dispara insultos a destajo
como norma ancestral de la desidia
instalada en su mente de cretino.
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Desconfío del hombre indiferente
a todo lo que emana del saber,
el que desprecia el arte y la cultura
y escupe su ignorancia a los demás.
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Desconfío del miedo borreguil
que habita en el impúdico embustero,
de su machismo hambriento de atributos.
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Y desconfío siempre del amor
cuando huelo el sonido* amenazante
seguido del rumor a platos rotos.
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