Crecí en una familia “de
derechas”,
suceso, de por sí,
morrocotudo,
y cuyo impacto, asaz de
peliagudo,
me dejó con las válvulas
maltrechas.
No es fácil acatar mentes
estrechas,
mas fui, poquito a poco,
comprendiendo
que el miedo es un asunto tan
tremendo,
que puede manejarte a
voluntad;
y aprendí, yo solita, la
verdad
de que el juicio se nutre
disintiendo.
.
Y luego me pilló la edad del
pavo,
la edad en que se pierde la
cordura,
pues nada, nada, nada tiene
cura
si sientes que no vales ni un
centavo.
Con esa sensación de
menoscabo,
andaba tan perdida, tan ajena,
que decidí soltarme la melena
y desenmascarar la que era yo;
y aquel descubrimiento me
marcó,
largándose de súbito la pena.
.
Entre pitos y flautas,
conseguí
alcanzar la fortuita madurez,
en donde cometí la estupidez
de casarme de pronto, porque
sí.
De pasada diré que resistí
hasta que dije basta y puse el
freno,
diciendo a todo NO, pues no
era bueno
dejarme avasallar por un gañán.
Volví a sentirme libre, sin
guardián
que abusara ofreciéndome
veneno.
.
Hoy no miro al pasado, vivo al
día,
feliz en mi universo favorito,
donde leo y escribo y me
derrito
contemplando en el cielo su
armonía.
Y aquel duelo interior que
antes ardía
se fue difuminando hasta
morir,
solo quedan deseos de vivir,
de saturarme a sol, a mar, a
versos,
a lecturas y a éxtasis
diversos,
porque amo, sobre todo,
sonreír.
.
Muy buenas décimas. Te felicito.
ResponderEliminarUn abrazo poeta.
Muchas gracias, Rafael. Un abrazo. :-)
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