Se desparraman las horas
en ingrávidos corpúsculos,
estimulando, opresoras,
sus delicados crepúsculos.
Y yo me someto al verso
volando hacia el universo,
envuelta en la nebulosa
de una dulce liviandad.
¡Ay, qué airosa!
¡Ay, qué airosa levedad!
…..
Me pierdo entre los matices,
de algún término soñado,
y me adentro en sus raíces
hasta hallar el verbo amado.
y continúo mi vuelo
que, de cuando en cuando, anhelo
de forma vertiginosa,
morir de felicidad.
¡Ay, qué airosa!
¡Ay, qué airosa levedad!
.
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