¡Oh, musa
casquivana!
Que vienes y te
vas grandilocuente,
riéndote
mundana.
Me seduces
vilmente
para dejarme
sola, nuevamente.
.
Me someto a tu
juego
en un tira y
afloja alucinante,
y me abraso en
el fuego
convertida en tu
amante,
eterna concubina
irrelevante.
.
Y silbas con
pereza,
llenándome los
versos de improperios
restándoles
belleza.
Ofreces
vituperios
a cambio de mis
muchos cautiverios.
.
Las palabras
deliran
entre un vuelo
de voces encantadas;
me arrebatan,
conspiran,
como ánimas
airadas
en las noches de
luces plateadas.
.
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