Cuando
yo pienso en arte, contemplo la belleza
desde
un ángulo en blanco, con el ánimo etéreo
bailando
en el cerebro en total complacencia,
con
el duende usurpando mi galáctico tiempo.
Cuando
yo pienso en arte, el alma se embelesa
con
la danza del viento cantando en el soneto,
con
la lluvia esparciendo un enjambre de letras,
con
el mar que revienta en encajes de versos.
Cuando
yo pienso en arte, me susurra la aurora
un
deseo ferviente: “que diga sin apuros
ni
temor a las sombras, lo que ahoga mi boca,
que
derrame mi sangre entre cabriolas de humo
y
desbarate el vínculo que por dentro me agobia,
que
me sienta poeta por escasos segundos.”
.
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