(Tras el espíritu de Rubén
Darío) Alejandrinos
.
Por el fulgor dorado
que raya el horizonte,
se adivina el esbozo,
la génesis del fuego;
conmoción en los mares
por el ebrio despliego;
solaz esparcimiento para
el golfo simbionte.
.
Placer que en tu
mirada reverbera transmonte,
tras las huellas de
Zeus - musitándole un ruego-.
¡Oh, dios! Donde te
hallares, ¡enrédame en el juego
del amor prohibido que
canta Anacreonte!
.
Por ti brotan las
letras, que vuelan hilvanadas
a través de los surcos
que el infierno dispensa.
Se incendiarán los
cielos de nuevo cada día,
y encontrarás en ellos
delicias encantadas,
que silbarán solemnes la
sutil recompensa
con vehemente celo que
al pálpito confía.
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