Me turbó siempre lo excelso, lo sublime, lo emotivo; como
el aria de una ópera, la pincelada de un cuadro, la cadencia de un soneto, o aquellos
versos tan grandes que cubrían mi universo. Mi interior conectaba con lo bello.
Pero eso fue de muy joven, con apenas doce años. Era mi
mundo cerrado, fuera de órbita, extraño; en mi ambiente eso sobraba.
Anduve feliz un tiempo, con la conmoción a salvo. Nadie
advirtió la evidencia, ni columbró mi pecado.
Y llegó el desbarajuste, el fervor de lo indigesto, las
prohibiciones, el miedo. Llegó el poder de lo impuesto. Y desconecté de todo,
de lo bello, de lo excelso.
Ahora redimo al tiempo. Lanzo la emoción al viento, sin
premisas, sin revuelo, haciendo lo que yo quiero.
Es bueno ser fiel a lo que sentimos y no dejar escapar la vida. Muchos saludos!!!
ResponderEliminarMucha gracias por el comentario. Tienes toda la razón. Un abrazo.
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