Desde que vine al mundo, la muerte me acompaña,
oculta entre las sombras, ofreciéndome abrigo,
taciturna y silente*, como un mudo testigo
que acechara mis actos sin blandir su guadaña.
.
Maligna no fue nunca, ni tan siquiera
huraña,
ni pensé que quisiera infligirme un
castigo;
la sentía cercana caminando conmigo,
intentando ayudarme a subir la
montaña.
.
Desde que vine al mundo, me protege la
muerte
refrendando mis actos, a modo de
amuleto,
como un ángel ludópata cuando el juego
divierte.
.
Y, desde entonces, siempre, lo
mantengo en secreto.
Mas te digo, querida, que no quiero
perderte
y, si debo contarlo, dicho está en el
soneto.
.
Soneto del que sabes salir con la sonrisa de la vida en tus labios.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Rafael. No había visto tu comentario. Un abrazo. 😘
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