A veces
se me olvida, no lo niego;
y es tan
torpe el despiste que me irrita,
pues una
voz experta me musita
que usar la mascarilla no es un juego.
.
Te evita estar aislado por el fuego
de un virus asesino que se excita
disparando su fórmula maldita,
y empeñado en no dar palos de ciego.
.
Impide que peligren los demás
exhibiendo ese escudo protector
capaz de aniquilar cualquier presencia.
.
Y sirve de pretexto, una vez más,
para mostrar al hombre el estertor
que provoca en el mundo su indolencia.
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