Inmersa en el cerebro de un
matón,
examino, indagando en su guarida,
la prueba irrefutable, alguna herida
que me inste a comprender la sinrazón.
.
Encuentro, ¡vive Dios!, en un rincón,
la tecla que chirría, la homicida,
la que oculta la neura pervertida
blindada por esbirros de cartón.
.
Y convengo conmigo que es el coco
el culpable de mucho desatino,
pues nada le detiene si está loco.
.
Mata un día tras otro el asesino,
creyéndose gigante, que no es poco;
y en manos del azar queda el destino.
.
¡Ay ese coco...!
ResponderEliminarUn abrazo poeta.
Jejeje. Gracias. Estas neuronas mías me enredan, :-) Besos. 😘😘😘
ResponderEliminar