Al
fondo del jardín está el olivo,
emergiendo
del polvo como un dios.
Él
y yo somos uno, o somos dos
colegas
de un paréntesis furtivo.
.
Percibo
que me ve mientras escribo
jugando
con los contras y los pros,
y,
siempre que me voy, le digo adiós;
es
mi duende amoroso y comprensivo.
.
Día
a día contemplo su figura,
su
espléndida melena plateada,
el
tronco retorcido y sinüoso...
.
Y
presiento que, dada mi locura,
acabe
tiernamente enamorada
de
este árbol gentil y nemoroso.
.
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