Con un tiro de muerte
sin razón,
se tiznaron las letras
con el llanto,
y el dolor germinó en
el corazón.
Su mirada partícipe,
despierta,
intuyendo los miedos enterrados;
su exquisito talento, siempre
alerta
a los gestos contritos
y apocados
de una tanda de niños
malnacidos
que le oían perplejos
y callados…
Fue su jerga piadosa, sus
descuidos,
el ritmo de las clases,
su alegría;
fueron todos sus guiños
tan queridos…
que me atrevo a
exponer esta elegía
deseando embozarla
como un canto,
a un maestro que supo hacer
de guía
sin alarmas, sin
trucos, sin quebranto.
Precioso
ResponderEliminarGracias, Javier. Eres un encanto. :-)
Eliminar