Blanca de día, azul de madrugada,
la luna es el remanso del poeta
-la observa, escribe, llora e interpreta
su cántico en la atmósfera callada -.
.
Se oculta y amanece en la alborada
como diosa cercana y alcahueta,
pues los amantes ven en su silueta
el velo de una lluvia enamorada.
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Imagino estos versos para un reto,
sin embargo, brotaron sin pensar:
la luna rubricó el primer terceto.
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El segundo se puede imaginar:
se alteraron las letras del soneto
soñando ser el pálpito lunar.
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