Cuando accedo a mi cerebro a tantear las neuronas,
siento, casi con un sobresalto, que la inteligencia danza, que fluctúa, que se
balancea ufana por un ramal de impostura.
En ocasiones solemnes ejerce con mucha holgura, incluso
con erudición, y actúa pomposamente con cierta
visión de altura.
Mas, al ser antojadiza y acostumbrada al requiebro, la inteligencia
es huidiza, y sin avisar siquiera, se desvanece o se esfuma, dejando sin efecto
alguno cualquier rastro de agudeza.
Es esta oscilación suya la que me apesadumbra. Pues si me
atengo a las normas del veleidoso intelecto, puedo quedarme en penumbra por algún
cortocircuito o alguna trivialidad.
Es gran
contrariedad nacer con inteligencia etérea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario