Al sumergirme en un folio, provoco un ligero revuelo en
mis marismas mentales; las neuronas se atarantan y cuesta engendrar ideas;
¿será que las mismas huyen de un cerebro estrafalario?
En un reducto sombrío de mi tornadiza mente se entretejen
las ideas, a la espera de un proceso que les indulte el misterio.
Requiere de diligencias. Para que brote la idea, para pretender
que aflore, no basta con desearla, conviene solicitarla cumplimentando un impreso.
Una vez suministrada, a la idea me refiero, debo de condimentarla
y escabecharla unas horas.
Dado que soy renuente a seguir alguna pauta; que la
galbana se esfuerza en hacerme compañía. Y dado mi escaso tiempo… sospecho que las
ideas nunca progresarán conmigo.
Se quedarán en esbozos o vulgares ocurrencias.
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