A veces, cuando me indago,
cuando palpo en mi interior alguna pena escondida. Cuando busco la punzada del
dolor, me turbo y solivianto un poco. Mas sé bien que entre las brumas el
tiempo lo disipó.
Pero si el dolor sacude. Si bruscamente
aparece. Si me aplasta, ruge, quema. Si persiste. Si la angustia me enloquece. Por
mucho tesón que ponga, el dolor ya se hizo fuerte.
No hay Dios ni santo bendito,
ni coyuntura capaz, de aliviarme la tortura.
El dolor reina, domina, se hace
dueño de los días, atornillando con saña y rasgando más la herida.
Y se arroga los derechos de pernada,
sometiendo y arrastrando por el fango a la voluntad rendida.
Y mientras tanto, el tiempo se
hará el dormido sabedor de que los días….
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