Si acomodo mis pasos al
silencio, acuden como una ráfaga las melodías del mundo, y siento que mi
interior se estimula haciendo hueco a la excelencia.
Percibo el suspiro de las
hojas al caer exánimes de los árboles. Siento el susurro del mar que me regala el
viento; e intuyo la música del cielo en su mudanza.
Sentir es un pellizco del
alma.
Y sentimos de continuo. Para el
tráfico del ánimo no hay un área de descanso. El sentir es libertino, autodidacta,
exclusivo. Unas veces, elitista, otras en cambio, mezquino. Y juraría que hay días
que con antojos lo he visto.
Hay sentires que amordazan, que
exacerban, que repugnan, que amenazan. Y los hay que extasían, que anonadan, que
apasionan, que enloquecen, que fulminan.
El sentir es absoluto porque existe
por sí mismo.